La cultura Maya ha sido el génesis de lo que hoy conocemos como nuestra cultura. No podemos quedarnos con la teoría de la imposición de la cultura europea sobre la maya, sino que hay que entender que se trató de hibridación. Una mezcla o unión entre las dos nombradas anteriormente. Una vez dicho esto, es menester entender que muchas de las características de esa cultura indígena, han quedado arraigadas en el comportamiento colectivo de Latinoamérica.
El idioma es uno de los factores que se ven repetidos en la historia. En algunas de las zonas de México, Guatemala, Honduras y Belice, se hablan algunas lenguas que proceden del idioma maya. Esas son el quiche y el tztzal. El idioma sigue siendo identidad para muchas tribus pequeñas que conservan atributos precolombinos. Esto demuestra que muchas características siguen inmortalizadas en el idioma de varios estados caribeños.
No todo se agota en las lenguas que han quedado gracias a los mayas. Hace no muchos años, allá por 1994, un extraño personaje aparecía en los medios de comunicación mexicanos, reclamando por los derechos indígenas. Este era el subcomandante Marcos, ideólogo y conformador del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional. Este pretendía ser el reconocimiento por parte del Estado, hacia las necesidades aborígenes, olvidadas hacia tiempo y en esa lucha, se incluía a todos ellos.
El subcomandante estaba influenciado por bibliografía marxista y en algunos casos, por los escritos del Che. Pero lo curioso, era su afición por el Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas, el cual seria de influencia al Subcomandante.
No solo se nutriría de la literatura Maya, sino que también tomaría actitudes revolucionarias, propia de los mismos. Una suerte de comportamiento insurgente hacia el colonialismo hegemónico de los años 90. Marcos retomaría los ideales indígenas y reclamaría por ellos en su lucha.
No seria el único en luchar por ideales indígenas. Rigoberta Menchu, una dirigente indígena nacida en Guatemala, seria la portavoz de los eternos acallados. Ya conocía los ademanes de la discriminación y se empeñaría en cambiarlo, participando de los movimientos indígenas de resistencia. Este seria uno de los tantos motivos por lo que sería una perseguida política.
En 1992 se la galardonaría con el Premio Nobel de la Paz, por causa de su eterna lucha y participación en los derechos humanos. En 2007 se postularía como candidata a presidenta de Guatemala, aunque solo la votaría el 3% de los habitantes.
No solo podemos identificar la lucha ancestral indígena en Menchu, sino que también la forma pacifica de hacerlo. De esa misma manera que lo hicieron los Mayas en el momento en que los españoles llegaron para colonizar e imponer sus reglas de juego. Esa forma de resistir, por parte de las voces acalladas de nuestro continente, que enfrentaron con pureza a aquella nueva enfermedad, llamada “colonizador”.
Estamos en una sociedad que, en algunos aspectos, recupera los comportamientos y aptitudes de la cultura precolombina. Luchar por seguir manteniéndolos vivos, es la tarea de quienes creen en una humanidad más pura e igualitaria. Una lucha diaria para volver al pasado, y así, poder mejorar un futuro tan incierto como el nuestro.
jueves, 20 de agosto de 2009
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